Viernes Santo

Como cada viernes santo volvía ver su película preferida "Entrevista con el Vampiro";   admiraba esa joya del séptimo arte que 20 años después lo seguía conmoviendo como la primera vez, aquellos vampiros elegantes y educados de los alocados años noventa reforzaban su tesis de que New Orleans era la sede obligada de todo vampiro que se precie, reflexionaba seriamente en estos análisis cinematográficos cuando escuchó que alguien aplaudía en la vereda de su casa anunciando su llegada, (en el barrio el timbre era un elemento decorativo). 
Chipa
Chipa

Doña Obdulia sonreía abriendo el portón con su canasta de mimbre y entrando  a la casa asumiendo que ya era naturalmente bienvenida y autorizada para entrar en ella, como cada año, luego de recorrer las siete iglesias que la tradición indicaba, visitaba a los vecinos repartiendo chipa elaborada en su propio *tatakua


Doña Obdulia era una tierna anciana que tenía la esperanza secreta de que algún día el viudo Juan se case con su hija menor Cristina que a su modo de ver estaba perdida en la vida porque aún no había conocido a su alma gemela que por supuesto a su entender era el hombre viudo que aterrizó en el barrio hacía 2 años y 3 meses, lo que Doña Obdulia no entendía era que su hija estaba más interesada en su oficio de periodista que en buscar pareja, tampoco entendía que en estos tiempos los hombres viudos no buscasen una segunda esposa y prefiriesen pasar el tiempo viendo sagas vampíricas.



Cocido con chipa
Cocido Negro con Chipa argolla
Juan aceptó las chipas con una sonrisa forzada, apurado para regresar a ver la escena en la que Lestat  de Lioncourt convencía al dolido viudo Louis en convertirse en vampiro.  Era el día más silencioso y aburrido del año, en unas horas tendría que soportar el lastimero cantar de los estacioneros del barrio, las tradiciones de la Semana Santa Paraguaya eran pintorescas, pero Juan prefería quedarse en su casa alabando la obra maestra de  Anne Rice antes que participar en los ritos cristianos de Semana Santa.

Las primeras lluvias del Otoño y las últimas hojas verdes del parral de su patio que se negaban a
morir daban a ese viernes un aspecto más tétrico, decadente y deprimente, todo parecía seguir el monótono ritmo de los barrios tranquilos cuando el silencio de la siesta de aquel viernes santo se rompió con el sonido de un disparo seco, unos segundos de silencio absoluto, luego un grito y otro más bastaron para que el alboroto se instalara en la cuadra, el carnicero de la esquina se había suicidado, minutos más tarde Cristina tuiteaba la noticia en un improvisado reportaje a Doña Egidia, quien le relataba las últimas frases del difunto, el barrio se auto-convocó en pleno, el carnicero era el hijo rebelde de uno de los estacioneros más respetados de la ciudad, quienes enterados del suceso más rápido que la prensa y sin necesidad de conexión con el wi fi de la plaza, acudieron con sus atuendos y se detuvieron a rezar por el alma del difunto, mate de por medio los vecinos protegidos por sombrillas negras comentaban en la vereda que la familia declaraba que el carnicero se había suicidado agobiado por las deudas, pero que en realidad se suicidó porque había descubierto la infidelidad de su esposa en una foto que recorría los grupos de  whatsapp. Todos comentaban la versión oficial y no oficial de los hechos que en cada relato crecía en dramáticos detalles.

Viernes Santo
Viernes Santo se publicó el 10/06/2017 en el
libro colectivo "Entre todos 3"
Llantos, gritos y cantos lastimeros, algunos por Jesús el crucificado y otros por el difunto carnicero, Juan, pensaba que nada podía ser peor en su único día de descanso, mientras  terminaba de beber el cocido negro con la chipa argolla que le había  dejado su vecina Obdulia y resignado por el revés de sus planes hizo click en pausa de su película favorita para unirse estoicamente a la procesión de la Via Crucis de aquel lluvioso Viernes Santo.



*tatakua: Horno de barro tradicional paraguayo.

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