Empatía y compasión: Del sentir al sostener. Un análisis neuropsicológico y simbólico desde la psique femenina

Empatía y compasión
¿Por qué importa diferenciar empatía y compasión hoy?

Vivimos tiempos en los que las emociones están sobre la mesa. En las organizaciones, en las redes sociales, en nuestras casas. Escuchamos constantemente la importancia de la "empatía" como un valor esencial, pero ¿qué pasa cuando empatizar no alcanza? ¿Qué ocurre cuando sentir el dolor del otro nos abruma o nos deja paralizados?
En ese punto entra en escena la compasión. Mientras la empatía nos conecta con la experiencia del otro, la compasión nos da el impulso amoroso de sostenerlo sin perdernos en su dolor. Este artículo propone explorar ambas cualidades desde la ciencia, la neuropsicología y la psicología profunda, para comprender cómo se desarrollan en nosotras y por qué muchas veces, es la compasión la que nos transforma.

Etimología y definiciones: el viaje de dos palabras

Empatía: La palabra empatía proviene del griego "empatheia", que significa "sentir dentro". Fue introducida a la psicología en el siglo XX desde la estética alemana (Einfühlung), donde describía la capacidad de sentir emocionalmente lo que otra persona o incluso una obra de arte transmite. Hoy, la psicología la define como la habilidad de comprender y compartir los sentimientos de otra persona.
Compasión: En cambio, compasión viene del latín "compassio", que significa "sufrir con". Implica reconocer el sufrimiento del otro y tener el deseo de aliviarlo. Mientras la empatía se centra en la experiencia compartida del sentir, la compasión añade una respuesta activa de cuidado.

La diferencia es sutil pero esencial: la empatía siente, la compasión actúa.

El cerebro empático y el cerebro compasivo

Estudios recientes en neurociencia han demostrado que empatía y compasión activan diferentes circuitos cerebrales.
Cuando sentimos empatía por el dolor ajeno, se activan regiones como la amígdala, la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior. Estas áreas están asociadas a la percepción del sufrimiento, tanto propio como ajeno. Esto puede generar lo que se conoce como estrés empático, una forma de agotamiento emocional frecuente en quienes trabajan en profesiones de cuidado (psicólogos, médicos, docentes, etc.).
La compasión, en cambio, activa la corteza prefrontal medial, el córtex orbitofrontal y regiones vinculadas a emociones positivas y motivaciones prosociales. También se ha encontrado que se relaciona con la liberación de oxitocina, hormona asociada al apego, la calma y el bienestar.
Una investigación destacada es la de la Dra. Tania Singer, neurocientífica alemana, quien demostró que el entrenamiento en compasión (a través de meditaciones como Metta o "amor bondadoso") reduce el estrés empático y aumenta la resiliencia emocional.
"La empatía sin regulación puede llevar al burnout. La compasión, en cambio, genera bienestar tanto en quien la recibe como en quien la ofrece" — Tania Singer

 En la vida cotidiana y el trabajo: la diferencia que cambia todo

En una reunión laboral, una jefa empática escucha a una colaboradora en crisis y se conmueve hasta el punto de sentirse desbordada. Una jefa compasiva escucha con presencia, valida el dolor, pero también ofrece contención y una solución posible.
En el hogar, una madre empática llora con su hija adolescente. Una madre compasiva respira con ella, no minimiza su dolor, pero tampoco lo agranda. Acompaña con firmeza amorosa.
La compasión implica presencia madura. No se pierde en la emoción, sino que la abraza sin ahogarse. Esto es clave para los líderes, terapeutas, maestros y para cualquiera que desee sostener emocionalmente a otro sin agotarse.

 Jung y el camino simbólico hacia la compasión

Desde la psicología junguiana, la compasión no es solo una conducta, sino una función del alma desarrollada a partir del contacto con el sufrimiento propio. Jung decía que nadie puede acompañar a otro más allá de donde ha llegado consigo mismo. La compasión, entonces, no nace de la superioridad, sino de haber transitado el inframundo y haber vuelto con el corazón abierto.
Los arquetipos femeninos que ilustran esta cualidad son Kuan Yin, diosa budista de la misericordia, y la Virgen María, como madre amorosa y protectora. También podría incluirse, en clave simbólica moderna, a figuras como la Estatua de la Libertad, que acoge al exiliado con una llama encendida.
Jean Shinoda Bolen, en Las diosas de la mujer madura, señala que muchas mujeres desarrollan esta compasión con la edad: no por debilitamiento, sino por haber vivido. La compasión es el poder tranquilo de una mujer que ha llorado sus propias lágrimas y ahora sabe acompañar las ajenas.

"La mujer compasiva no es la que evita el dolor, sino la que ha aprendido a sostenerlo sin endurecerse" 

Cultivar la compasión como acto de transformación interior

Diferenciar empatía de compasión es más que un ejercicio semántico. Es una invitación a evolucionar emocionalmente, a salir del desborde para habitar el amor consciente.
La empatía nos conecta. La compasión nos sostiene. Y en un mundo que duele, lo que necesitamos no es sentir más, sino sostener mejor.

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