Lo Liminal: habitar el umbral de la transformación

liminal
Estoy leyendo Viaje a Avalon, de la Dra. Jean Shinoda Bolen, y en sus primeras páginas se presenta un concepto que me pareció digno de detenerse a explorar: lo liminal.

Aunque la palabra suene poco común, su resonancia en nuestra psique es inmediata. Se refiere a los umbrales, a los espacios intermedios, a esos momentos de tránsito vital en los que dejamos de ser lo que éramos, sin haber llegado todavía a ser lo que seremos. Es un estado fértil, poderoso, a veces incómodo… pero profundamente transformador.

¿Qué significa “liminal”?

La palabra liminal proviene del latín limen, que significa “umbral”, “entrada” o “puerta”. Hace referencia a esos lugares —físicos o simbólicos— donde algo comienza y algo termina. No estamos completamente dentro, ni completamente fuera. Lo liminal es el entre.

En términos psicológicos, podemos entender lo liminal como el espacio psíquico en el que una identidad se disuelve para dar paso a una nueva forma de ser. No es una mera transición externa, sino un proceso profundo que afecta nuestras emociones, nuestras percepciones y nuestras certezas.

El origen antropológico del concepto

El término fue introducido por el antropólogo Arnold van Gennep en su estudio sobre los ritos de paso. Van Gennep identificó tres fases en todo proceso de transformación ritual: separación, transición (liminalidad) y reincorporación. Durante la etapa liminal, las personas atraviesan una especie de “zona gris” en la que las normas habituales se suspenden y lo nuevo aún no se ha manifestado.

Más adelante, el también antropólogo Victor Turner profundizó en este concepto, observando que los estados liminales no solo se presentan en rituales formales, sino también en la vida cotidiana y en las experiencias humanas universales. Para Turner, en lo liminal se desestructura el orden social, se suspenden los roles y se abre la puerta a lo simbólico y lo sagrado.

Lo liminal en la psique

En psicología, podemos traducir la liminalidad a los procesos de cambio interno que acompañan momentos de crisis, duelo, crecimiento o transformación personal.

Estar en un estado liminal es experimentar el vértigo de no saber quiénes somos exactamente, ni hacia dónde vamos. Es el terreno de la incertidumbre creativa. El lugar donde se disuelven viejas identidades y se incuban nuevas formas de ser.

Podemos vivir este estado durante:

  • una enfermedad prolongada,

  • el embarazo o el puerperio,

  • un cambio de carrera,

  • una separación amorosa,

  • una mudanza interna que no se ve, pero se siente.

El alma necesita estos espacios para renovarse. Pero la sociedad, que premia la productividad y la claridad, no siempre da lugar a lo incierto. Por eso, comprender y reivindicar lo liminal es también un acto de resistencia psíquica y espiritual.

“Liminal spaces”: la estética del umbral

Una tendencia creciente en redes sociales nos muestra imágenes de lo que se ha denominado “liminal spaces” o espacios liminales. Son fotografías o renders de lugares vacíos, fuera de contexto o extrañamente familiares: pasillos de centros comerciales, escuelas sin niños, piscinas abandonadas, escaleras mecánicas detenidas.

Estas imágenes generan una sensación de inquietud, nostalgia o extrañamiento. Algo en ellas resuena con el inconsciente colectivo: son símbolos del entre, del “no-lugar”, del “todavía no”.

Desde la psicología, podríamos decir que estos espacios activan zonas profundas de la psique asociadas a la pausa, la espera, lo no resuelto. Funcionan como disparadores de reflexión y como símbolos visuales del proceso liminal que muchas personas están viviendo o han vivido.

Lo liminal en lo femenino y lo simbólico

Muchos arquetipos femeninos encarnan la liminalidad. En la obra de Jean Shinoda Bolen, encontramos ejemplos poderosos:

  • Hécate, guardiana de las encrucijadas, entre lo visible y lo invisible.

  • Perséfone, que transita entre el mundo de los vivos y el inframundo.

  • Baubo, cuya risa transforma el dolor en vitalidad.

  • Uzume, la diosa japonesa que baila para devolver la luz al mundo.

La experiencia de lo liminal es central en el recorrido psíquico femenino: desde la menarquia a la menopausia, desde la maternidad a la reconstrucción personal, desde lo racional a lo intuitivo.

Pero también es una experiencia humana universal. Quien se atreve a cruzar umbrales internos, independientemente de su género, habita lo liminal.

Sincronicidades y señales: el lenguaje del umbral

Estar en un estado liminal nos vuelve más receptivos. Jung hablaba de las sincronicidades como coincidencias cargadas de sentido. Cuando el alma se encuentra en tránsito, el mundo parece hablarnos en susurros: una canción que suena justo cuando lo necesitamos, un mensaje inesperado, un reencuentro significativo.

Mientras escribía este artículo, recordé las palabras de un maestro que, en una clase, dijo algo que me quedó grabado:

“Estar parado bajo el marco de una puerta es estar entre mundos. Ni en uno, ni en otro. Y sin embargo, en ambos.”

Ese mismo día, él me escribió. Una sincronicidad sutil. Pero en lo liminal, nada es casual.

Estar en lo liminal no es fácil. Es sentir que flotamos, que ya no pertenecemos del todo a lo que conocíamos… pero que lo nuevo todavía no llega. Sin embargo, es en ese espacio donde ocurre la alquimia interior.

Es allí donde nace lo auténtico.
Donde el alma trabaja en silencio.
Donde la transformación comienza.

No tengas miedo de quedarte un rato más en ese umbral.

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Lo liminal también se camina en compañía.





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