El baile de las mujeres sabias — Reseña desde mi psique

el baile de las mujeres sabias
 Un homenaje a la abuelita sabia que nos habita (y a mi mamá, que es una)

Leer El baile de las mujeres sabias de la Dra. Clarissa Pinkola Estés es entrar a una casa tibia en invierno: huele a pan recién hecho, crujen las páginas como leña en el hogar y, de pronto, una voz antigua te sienta a su mesa para contarte lo que tu alma necesitaba oír. Este libro es una celebración profunda de la madurez femenina, un canto a la inteligencia del corazón que la vida destila en quien ha amado, reído, perdido y vuelto a empezar.

Lo dedico —de todo corazón— a mi madre: una abuelita sabia y adorable y a mi abuela Ramona que me cuida desde el cielo. En la mirada de mi madre reconozco ese baile del que habla Clarissa: el ritmo que combina ternura y lucidez, firmeza y paciencia, humor y una fe inquebrantable en la vida. Este texto también es para todas las abuelas que nos enseñaron a “estar” de una forma que abraza.

¿De qué trata este libro?

La autora, psicoanalista y narradora, teje relatos, mitos y viñetas clínicas para mostrarnos que la vejez, lejos de ser un ocaso, es un territorio iniciático. No se trata de romantizar la edad, sino de nombrar sus potencias: discernimiento, visión simbólica, capacidad de sostener y bendecir, y el coraje de decir “sí” y “no” sin culpas. El baile es, a la vez, un mapa y un rito: nos invita a volver al círculo de mujeres, a la transmisión boca a oído, a las historias que curan porque conectan.

Clarissa rescata la figura de la anciana como guardiana de la psique colectiva: quien recuerda los rituales del fuego y la siembra, quien reconoce los ciclos, quien sabe cuándo podar y cuándo dejar crecer. En sus manos, la palabra se convierte en medicina.

arquetipo de la abuela sabia
El arquetipo de la Abuelita Sabia en la psicología jungiana

Desde la perspectiva de Jung, los arquetipos son formas vivas del inconsciente colectivo que emergen en mitos, sueños, cuentos y símbolos. Entre ellos, la Anciana o Sabia (en algunas tradiciones, la Gran Madre en su faz de Hécate, Baba Yaga, Sophia, Shekhinah, las Tres Parcas envejecidas, o la Hilandera que conoce la trama) representa la madurez de la psique: la inteligencia que integra experiencia, sombra y compasión.

Rasgos esenciales del arquetipo

  • Visión y discernimiento: la Sabia ve debajo de la superficie; distingue lo esencial de lo accesorio.

  • Cuidado contundente: no complace: cuida. Sabe poner límites nutritivos.

  • Memoria simbólica: porta historias, proverbios, cantos; su lenguaje es imaginal, sanador.

  • Mediación entre mundos: está “entre” lo visible y lo invisible; bendice los umbrales (nacimientos, duelos, inicios).

  • Humor y humildad: ríe de sí misma; no necesita demostrar nada.

En la individuación —ese proceso de volvernos quienes somos— el encuentro con la Abuelita Sabia es una tercera orilla: cuando la joven y la madre interna ya bailaron, llega la anciana a afinar la música. Ella nos enseña a simplificar, a soltar roles, a habitar el tiempo sin perseguirlo. Su pedagogía no es moralista; es iniciática: te pone tareas, te presta símbolos, te devuelve a la vida con una consigna clara.

El baile como metáfora de la madurez

Bailar, para Clarissa, es una imagen de la dinámica psíquica: no hay rigidez, hay ritmo; no hay perfección, hay presencia. La abuelita sabia no baila para ser mirada; baila para honrar la vida. Ese movimiento espiralado nos recuerda que madurar no es encogerse, es ensanchar el alma. Y que la vejez, cuando es consciente, deviene templo.

Sagrado cotidiano: Villa Anita, Santa Ana y San Joaquín

Quizás no sea casualidad (o sí, de esas “casualidades” que Jung llamaría sincronías) que yo viva en un barrio llamado Villa Anita, bajo el patronazgo de Santa Ana y San Joaquín, los abuelos del Niño Jesús y patronos de los abuelos. Me gusta creer que las calles que camino guardan una bendición antigua: las abuelitas son sagradas. No por idealización, sino por su función simbólica: sostener el linaje, custodiar la memoria, recordar que el amor necesita tiempo y paciencia para madurar.

Lo que el libro deja en el corazón

  1. Reconciliación con la edad: no hay que “luchar” contra los años; hay que reconciliarse con su sabiduría.

  2. La palabra como medicina: historias, canciones, recetas, rezos y consejos son psicohigiene del alma familiar.

  3. Autoridad amorosa: la verdadera autoridad no humilla ni impone: bendice y orienta.

  4. Humor y ternura: la risa de una abuela es una liturgia de alivio.

  5. Legado: el libro nos llama a pensar qué historias, gestos y valores estamos heredando.

Prácticas para cultivar a la Sabia interior (a cualquier edad)

  • Guardar un cuaderno de historias: anota recuerdos, recetas, dichos de tu familia. La Sabia preserva tramas.

  • Bendecir umbrales: celebra inicios y cierres con un gesto sencillo (una vela, una oración, una carta).

  • Decir “no” a tiempo: el límite es una forma de cuidado.

  • Practicar la escucha larga: oír con el cuerpo entero; responder menos, presenciar más.

  • Hilar con otras: círculos de conversación donde cada una lleva una hebra y juntas tejen sentido.

Llamado amoroso: cuidemos a nuestros abuelos

Quiero dejarlo dicho con claridad: cuidemos a los abuelos, tengámosles paciencia, honrémoslos en vida. Que su sabiduría nos abrace también cuando estamos apurados, cuando “no hay tiempo”, cuando el mundo parece exigir velocidad y olvido. Detenerse a escuchar a una abuela es un acto de resistencia cultural y de salud psíquica.

Un regalo para las abuelas que amamos

Grabé un video leyendo un fragmento de El baile de las mujeres sabias. Es mi ofrenda para todas las abuelas y para quienes llevan una abuelita sabia dentro. Te invito a verlo, compartirlo con esa mujer mayor que te cuida, o con quien necesite un abrazo simbólico hoy.
Mira aquí el video

Este libro confirma algo que en Desde Mi Psique repetimos a menudo: la vida psíquica madura en círculos, no en líneas rectas. Y en ese girar, la figura de la Abuelita Sabia —en los cuentos, en la calle, en nuestras casas— nos enseña a vivir con hondura: a elegir lo esencial, a reír y a bendecir, a sostener la luz cuando el mundo oscurece.

Que sigamos bailando, con las que vinieron antes y las que vendrán después.
Y que nunca olvidemos: las abuelitas son sagradas.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena reseña!

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