Santiago

Chocolate
Chocolate
Supo que sería alguien importante en su vida desde la noche en que lo vio por primera vez, su mirada le atravesó como un rayo que desmoronó todos los esquemas su vida espiralada, eso y el cortocircuito que hizo explotar las luces del árbol de navidad finamente decorado en la cafetería, su abuela Casandra le decía que si se conoce a alguien importante los elementos se alteran y por lo general se manifiestan con alguna explosión, cuando regresó la luz, los ojos negros e infinitos estaban frente a ella.

 - ¿Puedo invitarte un café?
-  Prefiero chocolate, respondió Lilith
- Sea, dijo y fue así de simple ese re-encuentro de almas.

Lilith no era precisamente una mansa paloma, venía de una familia matriarcal, con un linaje de brujas y curanderas célebres, su abuela era partera y su madre sanadora, conocía desde niña el poder de las hierbas y encantamientos, estudió enfermería contra todos los oráculos que auguraban a una abogada activista luchadora por los derechos de la mujer, se decidió por la enfermería por su vocación de servicio, pero no terminaba de encajar en el arquetipo angelical de las enfermeras, desde que comenzó a trabajar su espíritu rebelde encabezó más de una protesta a favor de sus colegas y hasta de los pacientes como el día en el que cansada de los malos tratos del director de turno organizó una sentata con enfermeras y pacientes que terminó con la destitución del mismo.

Lilith sabía que era admirada y odiada con la misma intensidad, su buen trabajo era su única protección. - Hija mía, nada es más temible que una mujer libre y sin complejos, le decía su madre que reía con desparpajo audible en todo el barrio. Ella lo sabía, era consciente de sus poderes y dones no siempre comprensibles para el resto de la gente.
La noche que conoció a Santiago los astros y su aquelarre se preparaban para celebrar la Luna Azul, acompañada de su chocolate Lilith explicaba a Santiago con paciencia la importancia de saber pedir deseos. Santiago la miraba sin entender una décima parte de lo que decía con el arrobamiento propio de  quien se sabe perdidamente enamorado, su larga cabellera roja acaparaba su atención y nublaban su entendimiento.

- Es sabido que todos los deseos que se pidan en Luna Azul se cumplen dijo Lilith muy seria, esto aunque suene idílico no siempre es conveniente, teniendo en cuenta que es una costumbre humana muy extendida pedir al universo puras pendejadas ... por eso este año necesito que mis deseos sean relevantes, pertinentes y eficaces.
- Absolutamente, contestó Santiago y la besó.

- Hija el cortejo no aplica entre almas gemelas, son encuentros sin preámbulos, no te angusties, dijo la abuela Casandra a su nieta furiosa que le contaba los pormenores de aquel explosivo encuentro. Un beso apasionado que terminó con una cachetada y tazas de chocolate y café rodando en el brillante piso de baldosas negras y blancas.

Santiago resultó ser una hombre de costumbres citadinas y patriarcales, que naturalmente no se intimidó en lo más mínimo ante Lilith.

- No lo vuelvas a hacer, le dijo Lilith al día siguiente cuando fue a visitarla en su casa.
- Ok, dijo Santiago y cumplió con su palabra.

Así surgió la insólita amistad de larga data contradiciendo una vez más los oráculos de la abuela Casandra.

-Esta generación es muy extraña, concluyó Casandra mientras miraba a su nieta indómita discutiendo con Santiago los males de la humanidad, entre rondas de tereré y concierto de cigarras. 

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