El invierno y sus simbolos
En todas partes del mundo y desde siempre que el sol se quede quieto por un momento fue y es considerado un acontecimiento astronómico con implicancias que no han dejado indiferente a ninguna cultura: solsticios, equinoccios y otros fenómenos celestes tenían la misma importancia que hoy tienen los mundiales o conciertos para los seres humanos. Comprender a cabalidad la importancia de los solsticios necesariamente nos obliga a volver la atención a tiempos antiguos, donde no existían relojes, GPS, celulares y luces artificiales.
La bóveda celeste en toda su magnificencia era el mapa, reloj y calendario de los primeros habitantes de la tierra, para el entender de los antiguos a simple vista El Sol y la Luna “se movían” y esos movimientos daban lugar a toda una serie de complejos cálculos que regían la vida de la humanidad. Día y noche, calor y frío, siembras y cosechas, todo dependía de los viajes del sol, desde la noche de los tiempos el ser humano entendió que la luz que viene del Sol daba la vida y su calor la mantenía, en cambio la oscuridad y el frío del Norte desde siempre dieron lugar a toda una serie de siniestras elucubraciones, de ahí a que la aparente quietud del Sol y su posterior tropos o giro eran temas fundamentales para nuestros ancestros que los consideraban sagrados, para distintas tradiciones iniciáticas los solsticios fueron considerados portales a los que atribuían diversos simbolismos y rituales.
Los solsticios tienen una interesante relación simbólica con Janus Bifronte, Patrón de la Collegia Fabrorum y San Juan de la tradición juanítica cristiana. El culto a los dos Juanes del Cristianismo deviene de aquel famoso portero romano, convenientemente acomodado claro está a la "novel religión romana". Así fue como San Juan el Bautista pasó a celebrarse en el mes junio cerca del solsticio de verano para el Hemisferio Norte y San Juan El Evangelista en diciembre muy cerca del solsticio invierno también para el Hemisferio Norte.
Símbolos y rituales de invierno
La noche de San Juan es tan popular que resulta prácticamente imposible desconectarse de la energía que generan sus festejos con sus comidas típicas, prueberas, juegos de dudoso origen y toda una serie de actividades que giran siempre alrededor del fuego, tanto en el Hemisferio Sur como en el Hemisferio norte en distintas culturas y países se celebran hasta hoy la Noche de San Juan, en estas celebraciones se realizan infinidad de juegos, siendo el más característico de esta fecha en Paraguay el tatai jehasa que significa cruzar las brasas con los pies descalzos, con este rito se pone a prueba el milagro de San Juan de no quemarse.
En la tradición pagana el solsticio de invierno se conoce con Yule, el origen muchas costumbres navideñas devienen de este Sabbat pagano que celebra el nacimiento del Sol en Yule dando la bienvenida al Dios Sol diciendo "El niño sol ha vuelto a nacer, aun es débil, pero se hará fuerte, crecerá sano y se convertirá en un gran guerrero". Esta antigua oración da cuenta de la promesa del invierno que no es otra que la primavera. Esta temporada invernal además es rica en simbolismo iniciático, es la temporada que recuerda a todos los iniciados la primera fase de su transformación alquímica: la nigredo.
En invierno todas las hojas han caído, la flora está dormida, todo está simbólicamente congelado, es tiempo de hibernar, de esperar que crezcan las semillas que sembramos en la tierra y en nuestra mente, es tiempo de introspección, reflexión y recogimiento.
En la temporada de invierno lo más importante es mantener encendida la chispa divina de la esperanza, cuidar el fuego sagrado, mantener el calor del hogar y visitar el interior donde mora el niño dios que todos somos.
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