Hic Sunt Dracones in the tea times

Hic Sunt Dracones
En la Edad Media, la cartografía señalaba los límites del mundo conocido con una advertencia: Hic Sunt Dracones, que se traduce como "aquí hay dragones". La advertencia se representaba de forma gráfica con todo tipo de dragones y monstruos para persuadir a los viajeros de no ir más allá de los linderos establecidos. Al mismo tiempo en que los cartógrafos se esmeraban en dibujar los límites del mundo, existieron personas que se atrevieron a hacer caso omiso al non plus ultra (no más allá) y allá fueron, a enfrentarse con los dragones y lo que venga,  viajando a lo desconocido con la osadía característica de los valientes.

Curiosamente el confinamiento mundial ha logrado encerrar por meses a millones de personas en sus casas. El antiguo Hic Sunt Dracones fue reemplazado con el #quedateencasa, porque allá afuera están los dragones esta vez en forma de virus... y así fue como millones de personas nos quedamos obedientes acatando las medidas sanitarias, el nuevo non plus ultra.

Cuando George Orwell escribió 1984, tal vez se refería en realidad año 2020, el año de la cuarentena que nos ha sacado libertad, sueños y vida. Mientras esperamos impacientes las vacunas salvadoras de los corodragones, tuvimos que aprender a la fuerza a lidiar con esta nueva realidad distópica. Cualquier relato ficticio queda enclenque frente a la nueva normalidad, no sospechamos que Jlo y Shakira estaban inaugurando la pandemia en el Halftime del Super Bowl, ni que después de eso las aglomeraciones y shows masivos quedarían proscriptos y aún no sabemos hasta cuándo.

 ¿Cómo podríamos imaginar que el hasta entonces virus de Wuhan, tan lejano a nuestra realidad,  nos llevaría a una cuarentena que ha cambiado a todos en mayor o menor medida y nos ha obligado a confrontarnos con nuestras sombras y la del resto del mundo? Y no es poca cosa lidiar con el lado oscuro diría Dr. Jekyll …

 

Lo oscuro y lo luminoso de la humanidad, en su eterna confrontación, se manifestaron de formas insólitas. Los humanos nos vimos obligados a recalcular trayectorias, reinventar trabajos y empleos perdidos, adaptarnos a nuevas formas de trabajar, recrear proyectos y emprendimientos al mismo tiempo que  vivimos duelos por todo lo que hemos perdido en tan poco tiempo. Hicimos lo que pudimos para no perder la cordura, aunque la perdimos igual, desde el momento en que compramos toneladas de papel higiénico para un virus que se combate con distancia, agua y jabón. Quedó claro que la racionalidad es relativa y cuestionable, punto para Freud.

Es meritorio que hicimos lo posible para que no se note tanto nuestra psicosis colectiva por pandemia. Mientras hacíamos pan casero, probamos recetas de cuarentena, estudiamos todos cursos online para aprovechar el tiempo, limpiamos y ordenamos la casa como para que la Marie Kondo se sienta orgullosa y cuando ya no había series nuevas que ver, ni habitaciones que limpiar y las clases o reuniones por zoom se convirtieron en una tortura, comenzamos a intercambiar plantas y macetas para renovar el jardín, intentando de esa manera convencernos de que no estábamos tan mal.

 Pero la cordura terminó por quedar en entredicho cuando comenzamos a hacer vídeos para TikTok. Muy pocas personas lograron mantener la dignidad, el resto nos entregamos al ridículo sin vergüenza, total, este año ya nos demostró que todo es posible o probable, la ilusoria cuerda de la cordura se rompió mientras hacíamos videos chistosos a nuestros ojos ya sesgados por la distopía, a la par que descargamos todas las frustraciones acumuladas en Facebook y Twitter, discutiendo cuestiones existenciales o absurdas y vanas con completos desconocidos.

De repente los linderos se desdibujaron del mapa, la advertencia Hic Sunt Dracones se tornó borrosa, incierta. El mismo límite que nos obligó a quedarnos quietos ha permitido que muchas personas logren mirarse desde una perspectiva diferente, que irónicamente les ayudó a  descubrir  nuevos talentos, sueños, manías, hobbies y  mares para explorar. El non plus ultra terminó por hartarnos, si hubiésemos encontrado dragones, posiblemente los mandaríamos a fregar los platos sucios… o tal vez, le hubiésemos invitado a tomar un té, para charlar un rato e intercambiar impresiones de la perturbadora pandemia.


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