Cuando tu casa habla de ti
Todo lo que nos rodea habla, incluso las cosas y lugares,
aunque no lo hagan con palabras nos cuentan una historia, una idea, un evento y
muchas cosas más. Las casas también hablan, nos cuenta la historia de sus
habitantes del pasado cuando son antiguas y también de los presentes, las casas
son chismosas y dicen de ti más que tus biografías en tus perfiles de redes sociales,
ellas son una proyección de nuestra personalidad, simbolizan la vida interior,
nuestra intimidad y exponen en silencio nuestras preferencias, hábitos,
conflictos, anhelos y proyectos, si quieres conocer a alguien de verdad visita
su casa, por ese mismo motivo no invitamos a cualquiera a nuestras casas,
porque en definitiva dejar que alguien entre en nuestra casa es dejarlo entrar
en nuestras vidas.
Una casa se construye con materiales visibles: cementos,
ladrillos, tejas, maderas, hierro y otros materiales de construcción, pero eso
que llamamos hogar se construye con vivencias e historias que se convierten en
memoria, la materia prima del hogar. Eduardo Galeano en su Libro de los abrazos
nos dice que recordar viene del latín re-cordis que significa volver
a pasar por el corazón y las casas se construyen con recuerdos, así como
también de anhelos y deseos, la palabra hogar deriva del latín focus, el hogar
era el lugar donde se preparaba la hoguera, donde se preparaba el fuego que
daba el calor y abrigo a las personas mientras se alimentaban, por eso aunque
pueden existir casas hermosas no necesariamente tienen el calor del hogar,
porque ese concepto del refugio donde encontramos el fuego que nos abriga es
una construcción que lleva tiempo y mucha energía de sus habitantes.
Curiosamente las circunstancias actuales hicieron que
millones de personas nos viésemos obligados a quedarnos en nuestras casas, por
periodos más largos a los que el trajín de la vida postmoderna caracterizada
por su velocidad nos tiene acostumbrados. Tuvimos que quedarnos y este acontecimiento
nos ha obligado a mirarnos a nosotros mismos como cuando nos miramos en un
espejo a través de nuestras relaciones, tuvimos que mirarnos en los espacios que habitamos y vaya que muchos
nos asustamos bastante con tamaña revelación.
Comenzamos a mirar nuestras casas y nuestras maneras de habitarla,
esta situación ha desencadenado todo tipo de reacciones, ha desatado conflictos
y más de una bomba atómica explotó en miles de hogares, se potenciaron los
conflictos, crisis pero también las oportunidades de hacer consciente nuestras necesidades,
sueños, debilidades y buscar las oportunidades de transformar ese espacio tan
vital que casi nunca atendemos porque simplemente la habitamos sin ser
conscientes de las huellas que dejamos en cada metro de cuadrado.
De repente nuestra casa muda nos interpelaba y empezamos a
ver tutoriales sobre minimalismo, organización, decoración, jardinería y
aprendimos a doblar la ropa con el método de Marie Kondo, tiramos, regalamos,
vendimos, cambiamos, movimos, mudamos, reciclamos, compramos cosas nuevas, pero
no tantas no sea que se nos pegue el síndrome de Diógenes, nuestra
mirada antes centrada en el afuera comenzó a mirar adentro obligándonos a
cambiar para adaptarnos a la incertidumbre, pero también para encontrarnos.
La casa es una metáfora de nosotros mismos, tantos en los
tests psicológicos como en el mundo onírico, cuando soñamos con casas es
nuestro mundo interior el que se manifiesta para decirnos lo que debemos
atender en ese momento. En las series policiacas cuando los detectives tienen
que ir a las casas de los sospechosos se fijan hasta en la basura para poder
construir un perfil de los delincuentes o reconstruir la escena del crimen, es
así como hasta nuestra basura doméstica habla, tal y como sucede con el cuerpo humano,
lo que entra, lo que está y lo que sale habla, a veces hasta grita …
En la casa el tiempo y el espacio se unen para cobrar vida
propia, en la serie de la famosa japonesa Marie Kondo me gusta mucho cuando
antes de ponerse a ordenar y organizar, ella habla con las casas haciendo un pequeño
ritual, pidiendo permiso para entrar en ellas, las viviendas como espacios en
los que vivimos van convirtiéndose en un organismo vivo con su propio egregor o
espíritu, con toda la vida que fluye en ellas, los hitos o acontecimientos que
quedan impregnados con las emociones de sus habitantes formando recuerdos que
hablan mediante los objetos, fotografías que como un museo vivo cuentan lo que
han pasado y como lo han vivido, dando testimonio de su historia, de sus heridas
cicatrizadas o no, de sus logros y fracasos, la resistencia en forma de
memorias silenciadas, los legados, todo lo bueno y lo malo, por eso la japonesa
habla a las casas, así como muchos hablan a sus plantas, mascotas, hablar con
las casas es una forma de comunicarnos con esas nuestras proyecciones, nuestros
miedos profundos.
La casa es un espacio sagrado como los templos y como el
cuerpo humano por eso los orientales toman muy enserio la armonía del hogar con
la practica del Feng Shui, cada habitación de una vivienda tiene un paralelismo
con el cuerpo humano. Puertas, ventanas, habitáculos, cocina, dormitorio, baño y
en estos espacios se construye la memoria de lo que importa, conservamos, elaboramos
y transmitimos las memorias que tejen nuestra historia, dejamos constancia de
las fechas y los nombres en fotografías, en las casas las memorias están vivas,
se mueven, circulan y se construyen en el aquí y el ahora de sus habitantes;
entre los rituales diarios, los objetos que contienen las emociones, las
conversaciones y las rutinas domésticas.
Las casas hablan de ti, de mí, de todos, ciertamente son nuestras
proyecciones, pero no son espacios que nos definen y determinan de una forma
inmutable, porque ellas también cambian, se transforman y adaptan a las circunstancias
como nosotros.
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